Apaga la luz y verás…Está frase aparentemente sencilla e inocente llegó a mi vida hace algo más de un año y desde entonces me ha perseguido constantemente.

A través de ella conocí la historia de Ibón Casas y con él he mantenido contacto por teléfono y correo electrónico desde entonces. Pero ya era hora de viajar hasta el País Vasco y vivir en primera persona todo lo que me llegaba a través de sus crónicas y de su proyecto social Dametvision.

Con Ibón en el Bar Leoka (Foto: Andrés Lobero)

Con Ibón en el Bar Leoka (Foto: Andrés Lobero)

Dispuesta a experimentar cual era la realidad de este rockero donostiarra, creador del blind rock y que lucha incansablemente para que un día la Retinosis pigmentaria, patología visual que él padece y que le llevará irremediablemente a la ceguera, tenga curación, hice una maleta y cogí un tren, en realidad fueron tres, para encontrarme con la historia, sin intermediarios. Y así, sin intermediarios, la iré contando poco a poco y en capítulos. Este es el primero.

Devorando kilómetros por caminos de hierro desde el centro de la Península, yo vivo en Toledo, hasta el norte, San Sebastian, no podía dejar de pensar cómo sería el momento de nuestro encuentro y como sería la experiencia de pasar una semana pegada a una realidad que hasta entonces me era bastante ajena y conocía solo de oídas.

Y nuestro encuentro fue de noche. Sin quererlo empezábamos a jugar en igualdad de condiciones, con poca visibilidad ambos, aunque ganaba yo porque sin luz natural, Ibón tiene ceguera nocturna. A la salida de la estación de tren de Donosti me esperaban Ibón, Roger, su perro guía y Alberto, gran amigo de Ibón y muchas más cosas que ya os iré contando, además de conductor de la furgoneta que me llevaría hasta Hernani, donde me hospedé y donde Ibón y Roger pasan la mayor parte del tiempo. Allí está su base de ensayo.

Con Roger (Foto: Alberto Fdez. Lacasa)

Con Roger (Foto: Alberto Fdez. Lacasa)

Por fin conocía al perro del que tantas veces había oído hablar y había visto en tantas fotos y videos. Documentos que, desde luego, le hacían justicia a este cruce de labrador y pastor alemán y que es uno de los protagonistas de esta crónica. Al instante comprobé que este perro es  mucho más que eso. Roger son los ojos de Ibón, a veces su oídos y su forma de adelantarse a una realidad irremediablemente vetada en muchos aspectos para una persona con una importantísima limitación visual.

Una extraña pareja, Ibón y Roger, pero perfectamente compenetrados. Viéndolos no puedo dejar de pensar en Jack Lemmon y Walter Matthau, no sé por qué. Entre ellos hay un vínculo intangible que se percibe, que se “huele” a distancia, aunque en una relación como ésta haya que sacrificar muchos afectos y cariño como los que puede y debe tener cualquier persona con su mascota, porque Roger es una herramienta de trabajo para Ibón. Y cuando salen a la calle no son amo y perro, son compañeros de trabajo. La concentración es continua y absoluta. De ella depende su integridad física, la de ambos. Pero la calle es dura y las personas también.

Esperando al tren

Mi primera lección, siempre ir a la derecha de Ibón y un paso por detrás de Roger para que el perro tenga un buen campo visual y las señales y los estímulos le lleguen nítidos y claros. O eso, o delante de ellos para que el perro utilice el efecto “manada” y siga al guía del grupo.

Semáforos, pasos de cebra, carritos de bebé, sillas de ruedas, coches y viandantes, todos conviviendo en un mismo tiempo y espacio. Si alguien infringe las normas, por acción u omisión, o se sale del guión, las situaciones se desestabilizan y las consecuencias pueden ser desastrosas. Pero con eso ya cuentan Ibón y Roger, así que en la gran ciudad dejan el relax de los paseos solitarios y parques poco frecuentados y pasan al estado de alerta máxima.

Su comunicación ininteligible a los demás funciona a la perfección y cada obstáculo es salvado con éxito. Así, una y otra vez…

Zanjas, bolardos, pivotes, obras, aceras demasiado estrechas, bordillos, farolas, toldos y un sinfín de objetos que forman parte del mobiliario urbano suponen auténticos obstáculos, a veces insalvables cuando se carece o se tiene limitado cualquier sentido, en este caso la vista. Pero el adiestramiento de un perro guía le prepara para hacer frente a todo esto y Roger desarrolla su trabajo con absoluta destreza.

En tren con Roger. General 3

La vida activa de Ibón Casas le hace moverse constantemente y no solo a pie, también en transporte público. El tren y el autobús forman parte de su vida cotidiana.

Como mera observadora, estos días he experimentado y comprobado la cantidad de trabajo que queda por hacer para que la integración y la accesibilidad sean reales y efectivas.

Un ejemplo, cogemos el tren de cercanías desde Hernani hasta Beasain, allí hemos quedado con Carmen Martín, una seguidora de este proyecto, Dametvision, y ya amiga. Llegada al apeadero y primer problema, no hay nadie a quien comprar el billete. Una máquina es la que se encarga de expenderlos. Una máquina a la que le falta la aplicación de voz. Así que, o esperamos a alguien para que nos haga el favor de sacarnos el ticket o de lo contrario no podremos llegar a Beasain. Por suerte, alguien nos ayuda, así que cogemos el tren y emprendemos viaje. Roger en todo momento va identificado como perro guía. Lo pone, grabado, en el chaleco de cuero de su arnés. Y como perro guía que es en cuanto el tren arranca se tumba a los pies de Ibón, donde permanecerá hasta llegar al lugar de destino. De nuevo correa, arnés y ¡a trabajar!

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Su morfología y su estampa impecables llaman la atención allá donde va y es inevitable escuchar continuamente comentarios sobre ¡qué bonito es!. Muchas personas le acarician o incluso le intentan dar de comer pero eso está terminantemente prohibido. La disciplina con un perro guía se lleva al extremo las 24 horas del día y eso incluye los halagos y la comida. En la calle, Roger está trabajando y todo lo que suponga desviar su atención y romper su concentración está prohibido.

En el interior de los establecimientos públicos todavía se ven miradas extrañas y de rechazo hacia el acceso de un animal, pero Roger no es un animal cualquiera, es un perro guía y la ley le ampara. Solo tiene vetada la entrada a un quirófano. Excepto en ese caso, y solo en ese caso, podrá entrar y salir, acompañando a Ibón, a todas partes y la negativa a permitirlo puede ser motivo de denuncia. Pero esto no se sabe; por eso hay que informar constantemente.

No se me olvida el contacto con otros perros, de cualquier raza y edad. Roger es un perro muy equilibrado y eso quiere decir que proyecta esa sensación en los demás seres de su especie. Lo mismo le ocurre con los niños. Esto lo he podido comprobar en más de una ocasión.

También hay tiempo para el juego (Foto: Mª José Acevedo)

También hay tiempo para el juego (Foto: Mª José Acevedo)

El ejercicio forma parte de su agenda canina. Tres largos paseos al día, al menos. Y por la noche, como premio a su buen trabajo toca juego, juego con pelota. Uno de sus preferidos. Podría estar horas y horas recogiendo una pelota verde que Ibón le lanza una y otra vez y que en un alarde de agilidad constante la caza en el aire. Busca, recoge y entrega a su compañero de fatigas para volver a empezar de nuevo. Después masaje para que sus músculos se relajen.

La jornada no acaba todavía para Roger, el ritual se completa con el cepillado y cardado de su frondoso y brillante pelaje azabache.

Relajado y limpio, Roger se acomoda en su sofá donde dormirá, ronroneará y soñará, ¡quién sabe si con las innumerables experiencias del día! un día que ya acabó y que dará lugar al siguiente. Continuará…

¡Ideas, unión y blind rock!

María José Acevedo